miércoles, 2 de enero de 2008


Una HERIDA ABIERTA A LA CONCIENCIA DEL MUNDO

Me da pavor tener que escuchar y enlutarme cada vez que oigo o leo algún medio periodístico anunciando tanta muerte trágica, injusta y cruel. Es ahí donde se siente cada una de las lágrimas, puñaladas, gritos y golpes de una mujer.
Una sociedad tan avanzada como la nuestra, donde diariamente se juega con un laberinto de palabras tales como células madre, cambio climático o leyes imposibles de llegar a concebir como legislativas, es inconcebible tener la idea de que una mujer ha muerto a manos de su marido, amante, novio, pareja, del hombre de su vida, del padre de sus hijos…

Hombres salvajes por naturaleza. Se piensan que es una enfermedad, un problema donde hay la posibilidad de una terapia conjugada, en muchos casos, con una paliza de vez en cuando. Rebajar la dosis poco a poco, como el tabaco.
Personas sufridoras de ello, de lejos o de cerca, por unos u otros motivos, sinceramente, pensamos que no es un problema patológico ni psicológico. Es una brutalidad asesina y, lamentablemente, a la vez una cruda y cruel realidad.

Son ellas, ellas y sólo ellas las que merecen mi conciencia cada día. A aquellos que les apoyan y les ayudan, a sus familiares que sufren cada uno de esos absurdos e injustificados abusos.

Me han hecho educarme en la idea de que ningún golpe tiene justificación alguna. Pero, a veces, deseas tanto acabar con ciertas cosas, actos (con ciertas personas)…

La libertad propia se consigue sin pensar en la del prójimo y mucho menos creer tener poder suficiente como para poderla manejar. La sociedad dice y grita a los cuatro vientos que vivimos en una democracia, población libre, con poder para hacer y decir. Pero no. No todo el mundo es libre. Hay gente, mucha gente, esclava de golpes y maltratos creyendo, en su gran mayoría porque así les hacen creer, que esos golpes son merecidos por naturaleza. ¿Es malo ser mujer? ¿Alguien se siente estúpida por ser mujer? Acaso, ¿desgraciada? ¿Tiene algo malo sentirse mujer? Aquí la que escribe se siente y, se sentirá el resto de su vida una mujer muy agradecida por este hecho que SÍ me ha regalado la naturaleza.

Sufro cada golpe, cada llamada de teléfono desconsolada y desesperada, cada trozo de rabia encendida, cada uno de sus desprecios…Me gustaría hacer tanto y no puedo.
Ahí está el problema: No puedo. Las leyes no dicen nada, no resuelven nada. Se firman, se publican pero no devuelven la vida. Son meros enunciados, palabras escritas quizás desde lejos, aprobadas en su mayoría por la buena fe pública pero no privada. Leyes que, simplemente, se limitan a redactar el problema de todas esas mujeres maltratadas, ¡cómo si ellas no lo supiesen!, ¡Cómo si ellas no lo sintiesen! No resuelven ni dan alternativas. Hacen justicia de forma injustificada. Justicia, la mayoría de las veces, incomprendida con razón.

Desde que intento entender muchas cosas que hubiese sido mejor no conocerlas y dedicarme a vivir simplemente del aire, como muchos quieren y pueden hacer, una no deja de oír que los problemas que más preocupan a la población (por rango estadístico, no crean ustedes que esto no es una erudición sin contrate) son el terrorismo, la delincuencia, no llegar a fin de mes, la vivienda, la emigración…. Muy bien, ¿pero se han parado a pensar en el verdadero problema de un golpe doméstico? Me refiero a todas aquellas mujeres que sufren un solo golpe en su vida y, a todas aquellas, que lo llevan sufriendo durante años, décadas… La violencia de género también deja victimas y asesinos. Deja niños huérfanos, mujeres sin hogar ni trabajo, sin personas en las que ya confiar. Deja miedo, rabia, cambia la vida...
Se conocen los nombres y apellidos de aquellas personas que, por buena conducta tras cumplir seis meses en prisión saldrán a la calle por no haber indicios de maltrato según la justicia, según la Ley y quiero hacer hincapié en ello, alegando que no hay datos ni pruebas concluyentes para pensar lo contrario. Volverán a su vida normal y quitarán la de otras…

Son matones de tres al cuarto, conscientes de que la sociedad los mira no con miedo sino con asco. Se comporta perfectamente. Son educados, maravillosos y encantadores con el mundo. Es el rey de la casa porque de su boca salen gritos tan esperpénticos como el de “mía o de nadie” “porque lo digo yo” “te pones el pelo así para ligar con otro” “calla que tu de esto no entiendes”, “mujer tenias que ser”… Por ese simple hecho, ya sienten que tienen derecho a matar. Pero no quiero dedicar mucho espacio a seres que, en realidad, no merecen ni ser nombrados, que mucho menos recordados por asomo o por obligación diaria.

Ocurre a nuestro alrededor, madres, primas, amigas, tías... Personas con sangre envenenada, corrupta y asesina que vierte la del inocente que tanto le adora.

No pienses que no volverá a pasar. No tuerzas la esquina. No cierres los ojos. No le creas, no le escuches. Actúa. Sé valiente. Quiérete y siéntete querida (aquí estamos los de verdad para ello). Sé egoísta. Se tú. Sé mujer... Porque AMAR…NO MATA. Denúncialo, acaso, ¿crees que no lo merece?

“UNA NO TIENE LA CULPA DE QUERER QUE SU SAPITO SE CONVIERTA EN UN PRÍNCIPE AZÚL, CUANDO NUNCA LO FUE”

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