domingo, 13 de enero de 2008

IES "Padre Juan de Mariana"
"...en la semilla descansa la esperanza de la cosecha, en la educación de la niñez la felicidad y cultura de los pueblos."PADRE JUAN DE MARIANA.
Hoy quiero recordar ciertos pasillos… aquellos donde transcurrieron, quizás, unos de los mejores años de mi vida.

Dicen que la etapa del instituto es la mejor. Muy posiblemente no, indudablemente afirmo que todas las etapas de mi vida han sido maravillosas. De pequeña, porque los que tenia alrededor se encargaban de ello y ahora porque tengo el suficiente poder para hacer mi vida irrepetible y envidiable hasta por mi propia persona. Todos los días hago pequeñas reflexiones de la imparable e impagable suerte que llego a tener y no quiero que se piense que”me tiro el moco”.

Pero no quiero pararme a reflexionar sobre cada una de las etapas de mi vida.

El otro día, muy entrada ya la madrugada, me puse a recordar con un compañero de entonces, ya que el sueño nos estaba jugando una mala pasada a los dos, esta etapa adolescente, sobre todo, lo que quedaba de ella, y me hizo añorar la cantidad de cosas que allí pasaron y que ya lamentablemente se esfumaron.

Siempre he intentado escoger mi futuro con precisión, pensando en lo mejor para mí, donde más puertas abiertas pudiese tener o, por lo menos, donde menos se cerrasen delante de mis narices. Y no sé, casi siempre las puertas para salir sin autorización del instituto estaban cerradas, pero no cabe duda que se abrieron numerosas puertas de amor y amistad en aquel recinto tanto fuera de él ya que de allí quedan grandes amigos, de los de para siempre, de los de pasada, de los de recuerdo y de los que ya venían conmigo en la maleta de mi viaje.

En aquellas clases conocí chicos de jugueteo, chicos que luego simplemente serán amigos, chicos que no he vuelto a ver, chicos de los que ni recuerdas sus besos, chicos que te hubiese encantado besar, chicos que odias haberlos besado... en fin... de todas estas cosas que, ahora mismo por la nostalgía de aquello no me arrepiento.
En aquellos pasillos, en aquellas escaleras, conocí al primer amor, pero el de verdad (al menos entonces lo creía). Aquel que llegó a hacer lo imposible por mí y al que, en un principio, ignoré. Quizás de eso trataba la mágica aventura de la adolescencia. Aquel por el cual al final perdí la conciencia de una forma loca y obsesionada y, por su puesto, con el que comprendí y, a la vez, perdí el sentido de las cosas. Todavía guardo sus cartas declarando la guerra a mi cuartel. Los primeros besos entre él y yo que, con un encanto riguroso y dando en el punto clave, supo robarme. Nuestro primer fracaso, el segundo intento y el tercer fracaso ya lejos los dos de aquellos pasillos. Tan bonito el primer amor…

El instituto no me enseñó todo, pero casi todo. Me enseño el valor de la amistad de forma insuperable. Conocí personas estupendas, aquellas de las que no te separarás nunca y otros que olvidarás para siempre… Profesores con amor a su profesión que te entusiasman por su buen hacer. Profesores por obligación. Y profesores de los de verdad, de los que las asignaturas son eso, contenidos de temática obligatoria que sólo necesita su calificación al final de curso, pero de los que te ayudan a ser persona cada día, los que te ayudan a reflexionar e intentar ser adulto y de los que ponen su grano de felicidad al asunto…

Travesuras del comienzo. Despedidas y reconocimientos del final. Todo se me ha quedado guardado en mi pequeño corazón. Cómo olvidar aquellos cuatro años tan difíciles y complicados en la vida de un adolescente donde cada día era una fiesta en los pasillos, en las clases, en las calles y en los patios. Donde cada mañana te levantabas con entusiasmo por acudir junto a ellos y donde cada tarde te despedías de ellos con lamento

El instituto me aportó a conseguir lo que hoy tengo. Mis amigos, mis recuerdos y mi futuro. Sólo quiero dar las gracias a los que emprendieron el viaje estudiantil conmigo desde la guardería, a los que se unieron a mitad del camino, a los que desaparecieron y, sobre todo, a los que finalmente tengo. Gracias a todos.

2 comentarios:

María dijo...

Me dijiste que entrara a verlo y aquí estoy, que tengo los ojos llorosos de la emoción, si tu carrera como economista no tira palante que sepas que como escritora vales.Pues al igual que tú yo todavía paso por la puerta del instituto y escucho voces, veo caras, sonrisas, mesas con gente, profesores... y algo en mí me dice entra y da un paseo, pero los pasillos están vacíos, las clases también, o llenas de gente que no he visto en mi vida. Una vez tuve la ocasión de entrar y me quedé embobada mirando al patio desde la planta de arriba, me salió una sonrisa enorme, fue como volver atrás y se me pasó por la cabeza que seguía estudiando allí, que el tiempo no había pasado, y que si no os veía por allí era porque todos estábais en clase, y que si se me ocurría abrir una puerta allí estaría cualquier profesor/a diciendo: a ver si llegamos antes. Pero tuve que dejar de soñar y conformarme con los recuerdos que guardo, ojalá fueran muchos más, porque por desgracia cada año que pasa tengo menos. Y aquí lo dejo porque aquí la que tiene que explayarse eres tú, que para eso eres la protagonista. Besos de aquella muchacha rubia que se sentaba detrás de ti y que no paraba de hablar. Te kero fea

Anónimo dijo...

Si, si me he emocionado, pero tampoco es para tanto, jejeje tambien me emociono con el ultimo anuncio de renault (el de chanquete, los playmobil y freddy mercury). La verdad es que aquellos años, no solo te marcan sino q te hacen ver como cambia la gente, como nos hemos relacionado, hemos madurado juntos y despues separados, y cmo ahora somos un recuerdo y algo mas, aunq muchas veces no sepamos como definirlo. El comentario con las anecdotas que yo recuerdo lo dejaré para otro momento (o para mi blog, q tb tngo uno secreto). LUCIO